Urubamba 2015: día 2
Hoy escribe el post nuestro compañero de viaje Emiliano Labrador.
El lunes nos levantamos bien pronto porque teníamos que comenzar las clases a las ocho de la mañana. A pesar de que la escuela de Pampallacta se encuentra a 3900 metros de altitud, al llegar, encontramos una gran ebullición de energía y color en los niños que ya estaban jugando en el patio. Duró poco, ya que a los pocos minutos, comenzó el tradicional saludo a la bandera que se hace en todas las escuelas de Perú cada lunes. Los niños formaron por edades y varios de ellos recitaron poemas y cantaron canciones. Todo en quechua, que es la lengua materna de todos los niños de la comunidad.
Tras la estampida hacia las clases, comenzó el proyecto e-yachay (e-learning en quechua). Mari Romero, proyectista de final de grado de Informática de La Salle Campus Barcelona, cuyo ponente es el profesor Xavi Canaleta, ha traído hasta aquí su proyecto, que consiste en la introducción de herramientas tecnológicas dentro de las escuelas rurales altoandinas. En concreto, se basa en un pack formado por un smartphone y un liveUSB con un sistema operativo ligero con aplicaciones educativas, unido por unas actividades pensadas especialmente para potenciar el aprendizaje y sus habilidades tecnológicas.
La idea del proyecto es que la tecnología traida sea usada durante todo el curso, por lo que la primera actividad fue formar a los profesores. Mari les explicó cómo usar el sistema operativo y cuál era el funcionamiento de los juegos educativos. Después se les entregaron los smartphones que usarían sus alumnos en las siguientes actividades, así como una serie de ejercicios propuestos y un manual con todo el contenido del proyecto, para que puedan consultarlo en cualquier momento en caso de dudas.
La siguiente actividad fue enseñar a usar la cámara de fotos de los smartphones anteriores a los cursos de 5º y 6º de primaria. A pesar de que por edad tendrían que ser nativos digitales, no podemos olvidar que estos niños viven en una comunidad rural y era la primera vez que tenían un móvil en sus manos. Tras la lección de Mari de cómo usarlo, les encargó una tarea concreta: fotografiar plantas, flores, animales o rocas. Una nueva estampida dejó la clase vacía en menos de dos segundos.
Las primeras reacciones fueron sorprendentes. No pararon de hacerse fotos unos a otros, posando como cualquier otro niño de su edad que estuviera acostumbrado a usar Facebook. Pero pasada la novedad inicial, se fueron a cumplir su tarea. Hubo algún problema al pulsar más botones a la vez de los que se deberían y hubo que recordarles un par de veces más cómo se usaba. No era tarea fácil, ya que muchos de ellos apenas hablan castellano, pero en muy poco tiempo ya tenían dominada a la máquina y no dudaron en trepar por las montañas para alcanzar tal o cual flor, o tener la mejor vista del Valle Sagrado. Como anécdota, uno de los niños cuya tarea era fotografiar animales, quiso fotografiar a su cerdo y se llevó el móvil a su casa. Dos horas de ida y dos de vuelta. El camino que hace cada día para ir a la escuela (incluido ese mismo día, claro). Al llegar a casa su padre se había ido a llevar a pastar al cerdo y volvió sin la foto. La cantidad de fotos con una gran calidad que lograron fue apabullante. Alguno de los grupos de niños, además, se atrevió con formas más creativas, creando sus propias esculturas con piedras del entorno. Incluso alguno se atrevió a pedirnos las cámaras con las que estábamos trabajando para hacernos fotos a nosotros.
La siguiente actividad fue sacar las fotos del smartphone. Una vez sentados frente a los ordenadores, los niños aprendieron a crear carpetas en el ordenador y trasladar las fotos desde el móvil hasta su carpeta, visualizarlas, girarlas en caso de necesidad y borrar las que estaban borrosas o tenían más dedo que imagen deseada. A algunos de los grupos no hizo falta explicarles nada, solo con lo que oían de otros grupos, ya tenían suficiente para lanzarse a hacer todo por ellos mismos.
Mientras ocurría todo esto, el profesor de secundaria de comunicación nos pidió que grabásemos a varios niños recitando poesías, cuentos y canciones en quechua, para el concurso provincial de los juegos florales, donde niños de todo el Valle Sagrado participan y unos pocos son escogidos para participar en las fiestas. Tuvimos la inmensa suerte de ser testigos de bonitos cuentos, emotivas poesías y alegres canciones en quechua. No entendimos nada, pero la emoción que transmitían los niños fue suficiente para que fuera una experiencia inolvidable.
Tras estas actividades, intensas y agotadoras, tanto para los participantes como para nosotros, el hermano Vadillo nos tenía reservada una sorpresa: la visita a las ruinas de Ankasmarka. Cercanas a la escuela, constituyen un gigantesco poblado Inca cuya particularidad es que todas las viviendas son redondas. Construida en el pico de una montaña de 4057 metros, respirando como podíamos, recorrimos todo el recinto, cuyo calificativo no puede ser menos que fascinante. Aunque está en vías de restauración, está totalmente al margen de los circuitos turísticos, por lo que visitamos los cientos de casas derruidas nosotros solos, en un entorno tan insólito como fantasmal.
Agotados por el intenso día, regresamos a la escuela, donde dormimos. En el suelo. Sin calefacción. Aunque siempre nos quedará grabada en la mente esta imagen que se veía por la ventana...
