Proyecto Kurku Kallpanchay
El profesor Josep Solà nos hace balance del proyecto con sus sensaciones vividas. La Educación Física debutaba este verano en el Proyecto Urubamba con el nombre quechua de Kuru Kallpanchay. Los docentes responsables sentíamos una mezcla de ilusión y responsabilidad mientras la camioneta nos acercaba a la comunidad de Huilloc atravesando frondosas montañas. Pese a tener claras las líneas maestras de nuestra actuación, la incertidumbre del choque cultural o la adaptación de las actividades previstas a las posibilidades reales del material de clase nos inquietaban. Fijando la vista en una cumbre nevada, repasábamos mentalmente la secuencia de nuestra intervención pedagógica. Debíamos responder a la confianza de la primera presencia de la Educación Física en el proyecto con una práctica de calidad. Los ejes de actuación esenciales se concretaban en las siguientes ideas:
- Respeto máximo por el entorno natural, evitando una colonización de material desconectado del contexto cultural. Sin haber estado nunca en las comunidades andinas, imaginando los espacios de trabajo por referencias y fotos, deseábamos ofrecer actividades totalmente conectadas con la naturaleza andina, respetando los modestos espacios escolares. El material que debíamos facilitar tenía que estar en consonancia con la idea de respeto, sin instaurar una invasión de material sofisticado que pudiera resultar pretencioso y sin ningún sentido de uso futuro, cuando los profesores ya no estuviéramos con ellos.
- El objetivo de las actividades no tan sólo era mejorar los aspectos condicionales y de salud, en alumnos adaptados a la altura y a correr por desniveles sin dificultad, sino también aspectos coordinativos que incidieran en la motricidad oculta a sus exigencias diarias, para enriquecer su bagaje motor. Además, las tareas debían buscar el desarrollo cognitivo e intelectual de los alumnos, la correcta toma de decisiones, la comprensión rápida de conceptos y, modestamente, acercarnos a su idioma propio, el quechua, introduciendo palabras sencillas en la comunicación.
- Por último, las actividades se debían basar en una relación de confianza entre todos los participantes, enfatizando la empatía y comprensión de sus necesidades culturales y maneras de expresarse. La comunicación sería cercana, respetuosa y apropiada a la edad de los alumnos. Las actividades pretendían romper las barreras de género, jugar todos juntos, integrar a todos los alumnos independientemente de sus capacidades, de tal manera que ofrecieran una manera de participación democrática y solidaria.
Huilloc se nos presentó como una comunidad repleta de niñas y niños vestidos con sus llamativos trajes típicos de colores cálidos, naranjas y rojos. Por deformación profesional, primero de todo valoramos los espacios de clase, el patio interior de la escuela de primaria o la soleada extensión de terreno enfrente de los salones del grado de secundaria. De buena mañana, con la temperatura muy baja, nos dirigimos al calor de la zona deportiva de secundaria con un nutrido grupo de alumnos. Debutábamos. Las horas y los días en Huilloc nos hicieron crecer: a cada nueva clase, mejor organización, mejor adaptación docente y mejor fluidez en la elección de las actividades. Los alumnos siempre muy participativos y el profesor de educación física de la comunidad siempre a nuestro lado apoyándonos. Aunque advertimos una fuerte tendencia a la enseñanza nuclear del deporte, el segundo día conseguimos un sano equilibrio entre la inercia del trabajo propio y las nuevas propuestas de actividad.
Huilloc nos asentó, nos dio seguridad. Los alumnos de Huilloc nos aportaron el conocimiento que nos faltaba para ser mejores docentes en el contexto de las comunidades. Jugando con ellos, nos enriquecieron. Pampallacta prometía renovadas emociones. Los comentarios de nuestros compañeros más expertos nos alertaban de la crudeza del paisaje y del encanto educativo de la comunidad. Aunque no teníamos la certeza, estábamos mucho mejor preparados y ansiosos para empezar las clases. El largo recorrido hasta Pampallacta era como un hermoso atlas de montañas. Llegamos puntuales, la escuela todavía cerrada y del cielo caían copos de nieve. Recordando el documental Camino a la Escuela, los niños descendían por las montañas desde sus lejanas aldeas siempre con una sonrisa que iluminaba sus brillantes ojos oscuros. ¿De dónde venían? ¿Cuánto tiempo llevaban andando solos?
Las clases fluyeron. Desde el primer día, las sesiones de primaria se esfumaban en el tiempo. Los alumnos andinos nos hacían disfrutar de la docencia, siempre atentos, siempre con ganas de aprender. No había grieta cultural, el entendimiento mutuo regía la relación. En los dos días en Pampallacta pudimos impartir clase en el patio de la escuela, centro neurálgico de la comunidad alrededor del cual se alineaban los salones de los diversos grados. Un perro jugaba con nosotros, algunas gallinas picoteaban confiadas. Mientras hacíamos clase, quizá molestábamos a los alumnos que se encontraban en las aulas cercanas. Remarcar también las clases realizadas en el espacio natural habilitado para secundaria. Era un espacio alejado de la comunidad, escondido por unas cuestas que desembocaban en una silenciosa extensión de terreno rodeado de montañas nevadas. El contraste con la educación física urbanizada o encajonada en pequeños espacios artificiales casi nos hería. Educación física en un paraíso natural y con la extrema modestia del material disponible.
Los profesores siempre se mostraron muy atentos, ayudándonos con nuestras limitaciones idiomáticas con el quechua, aprovechando el intercambio para aprender recíprocamente en cualquier momento del día. Se nos acumulaban posibles nuevas actividades a realizar pero la sesión de clase imperceptiblemente se hacía muy corta. Pedagogía práctica en mayúsculas. Se notó también nuestra buena aclimatación a la altura, después de unos días moviéndonos con la exigencia de la altitud peruana, nuestro cuerpo respondía mejor a los esfuerzos físicos. Podíamos enlazar las clases porque estábamos mejor físicamente, porque supimos aprender del trabajo realizado en la primera comunidad y, sobretodo, por el comportamiento ejemplar de los niños y niñas de Pampallacta. Nunca hubo una queja, nunca hubo una desconexión; al contrario, siempre se mostraron muy predispuestos a practicar las diversas propuestas de actividad, entregándose con total implicación y demostrando ser muy listos en la resolución de los problemas motores. Unos alumnos que nos enamoraron y a los que les damos las gracias por su gran trabajo y respeto hacia nuestras intervenciones.
Humildemente queremos valorar la presencia de la Educación Física en el Proyecto Urubamba como un gran acierto. Esperamos que nuestra dedicación y entrega haya estado a la altura de la exigencia del proyecto. Deseamos haber dejado una primera semilla de buen trabajo que pueda renovarse en el futuro. Queremos agradecer de todo corazón a las personas que han hecho posible que pudiéramos vivir esta incomparable experiencia pedagógica, a la gente que confió en nosotros para aproximar una educación física de calidad a las comunidades de Huilloc y Pampallacta, que por siempre estarán ya en nuestro recuerdo.