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26 Junio 2012 | Publicado por Equipo Editorial MBA

Compañeros de clase

Mi hija mayor tiene cuatro años. Aunque no le parece extraño que su papá vaya al cole, no ha acabado de entender por qué no he empezado las vacaciones como ella. Dado que el Viernes acabó sus clases a mediodía, pensé que era una buena oportunidad para que viese nuestra aula de Máster y supiese dónde se sienta su papá. -“Algún día, si quieres, podrás hacer un Máster”. Asintió. Es imposible que entendiese lo que le decía. A lo mejor pensó que debe ser un coñazo el madrugar un Sábado para ir a esa clase sin dibujos en las paredes en vez de ir a la piscina como hace ella. No sé, pero podrá tener la oportunidad de elegir. Este año está siendo algo durillo para nuestras familias, pues el estudio nos exige disciplina y prescindir de tiempo libre para poder estudiar, resolver los casos propuestos y trabajar los exámenes de cada asignatura. Perseverancia, paciencia y constancia. Esfuerzo. Ayer me llegaron a mi correo electrónico unas fotos de otros centros de La Salle. Seguramente no sabrá usted la cantidad de escuelas y universidades que hay en todo el mundo, pero son muchas y de muchas formas. Ya he dicho en otro post que me sorprende la poca difusión que de ello se hace. Me pregunto cuántos de mis compañeros de clase conocen cómo y dónde se ubica La Salle en el extranjero. Las fotos me las mandaron los amigos de Promoció i Desenvolupament (PROIDE), una ONG de La Salle que desarrolla proyectos en África y América Latina utilizando la enseñanza, tanto básica como superior, para lograr la justicia y la mejora de las condiciones de vida de los países empobrecidos. Recuerde que mi padrino fue hermano de La Salle y misionero en África, así que inevitablemente, algo sensibilizado estoy. De las fotos que recibí, le muestro una foto para la reflexión. Es la foto de un niño que seguramente tiene menos problemas con su tableta que yo con la mía. Se puede decir que es un compañero mío de estudios, aunque se encuentre a miles de kilómetros y sus prioridades sean muy distintas a las mías. Seguramente no forma parte de esas imágenes de hambruna que la prima de riesgo y La Roja le han robado al telediario y a la prensa escrita. Seguramente hoy ha tenido su plato de sorgo sobre la mesa. Probablemente no pasa hambre, y simplemente para nuestros ojos no exista porque en su pueblo nunca pasa nada, o quizá porque en nuestro quehacer diario nadie pone los focos sobre él. Pero existe, y entiendo que la labor de las escuelas lasalianas en más de ochenta países y otras organizaciones debe ser divulgada y visible. Son buenas noticias, y todos necesitamos buenas noticias en estos momentos.

Se puede decir que la maneja mejor que yo.

Me faltan dedos

Así que esta tarde, cuando mi hija me pida “la pantallita” para hacer sus puzles, le enseñaré la foto de ese niño. Todavía no sé qué le explicaré, pero intentaré que entienda que todos tenemos una responsabilidad en lo que hacemos. En el futuro, si la vida nos depara grandes responsabilidades y la dirección de personas, creo que lo que estamos asimilando académicamente no vale para nada si no le aplicamos un poquito de humanidad, y nos damos cuenta de la suerte que tenemos. Y usted, ¿qué opina?

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