El Big Data y las Smart Cities

Hoy comparto con vosotros una imagen que describe perfectamente mis emociones… con el Big Data.

La idea no es mía, sino que está extraída de una diapositiva de Carlos Carrasco del Observatorio Económico Urbano Eixos, que participó en la ponencia Big Data & Smart Cities, celebrada el pasado martes en el Institut Cartogràfic de Catalunya, y que contó además con la participación de Erel Rosenbergde de DFRC, Irene Compte de Urbiòtica y Xavier López de IDESCAT. La sesión formaba parte del BigDataWeek, evento internacional que la pasada semana celebró su tercera edición y en la que colaboraban más de 30 ciudades de todo el mundo, entre ellas Barcelona. Este año ha abordado temas tan interesantes como el Internet de las Cosas (IoT), las ciudades inteligentes y los Quantified-Self. Este último movimiento, que ha sido para mí todo un descubrimiento, defiende incorporar la tecnología en la adquisición de datos sobre aspectos de la vida diaria de una persona (alimentos consumidos, calidad del aire que respira, estados de ánimo, etc.).

Últimamente, escucho Big Data formando parte de cualquier conversación, conferencia, seminario o charla que verse mínimamente sobre tecnología, comunicaciones, innovación, ciudad o una combinación de todos ellas. Es el término de moda. Montones ingentes de datos, públicos y privados, generados por las ciudades y los ciudadanos y que están al alcance de “todos”.

El Big Data nos apasiona, pero sobre todo nos interesan las posibilidades que plantea, aplicables a cualquier ámbito (social, político, tecnológico, comercial, etc.) y que parecen tan infinitas como los mismos datos recogidos.

Una de las afirmaciones que también se repite constantemente, y con la que estoy totalmente de acuerdo, es que la información, por sí misma, no es conocimiento. Necesita ser procesada y analizada para poder comprenderla y, una vez comprendida, no sirve de mucho si no sabemos para qué la utilizaremos o qué uso concreto haremos de ella, en definitiva, qué beneficios obtendremos, sean económicos o no.

Si dividimos el camino que recorre un dato en tres fases, tal y como apuntaba muy acertadamente Irene Compte, la primera sería la de captura de ese dato con la consiguiente transmisión y almacenamiento del mismo. Dentro de esta primera etapa, existen empresas como Urbiótica que se encargan de realizar estas funciones mediante innovadoras soluciones tecnológicas, definidas especialmente para espacios urbanos.

La segunda fase se correspondería con la interpretación y la comprensión de los datos capturados. Para llevar a cabo este trabajo con el enfoque Big Data (velocidad, volumen, variedad, veracidad y valor) el Business Intelligence tradicional deberá evolucionar y adaptarse para lograr una necesaria cooperación ya que, al fin y al cabo, ambas tienen como objetivo ofrecer información cualitativa, resultado del análisis de datos, indicadores y mediciones, para añadir más inteligencia en la toma de decisiones.

Y por último, la tercera fase nos plantea la cuestión más importante: ¿qué hacemos con estos datos? Un uso adecuado sería utilizarlos con un propósito u objetivo concreto y, en relación con el tema del que trata esta entrada, para conseguir ciudades más inteligentes que den respuestas a las necesidades de sus ciudadanos. Aquí, por supuesto, las administraciones y las empresas tienen que ser protagonistas, tomando la iniciativa y planteando nuevas oportunidades, por ejemplo el sector público, practicando el Open Data que sin duda dará paso a una innovación también abierta.

En breve tendremos como invitado en nuestro Postgrado en Smart Cities, a la firma Deloitte que nos brindará una clase magistral sobre Cyberseguridad en las Smart Cities, y veremos qué sucede con nuestros datos, como están protegidos y como son de vulnerables. Estoy segura que nos ofrecerá, desde la perspectiva de la seguridad y la privacidad de los datos susceptibles de ser captados y capturados, una nueva visión sobre este inmenso mundo de información que ya nos rodea.