La importancia de un buen diagnóstico para la mejora de eficiencia energética

Enric Peña y Joan Olona, profesores del Máster en Gestión Integral de la Construcción publicaron el pasado agosto en La Vanguardia, un interesante artículo sobre el  certificado de eficiencia energética que deben poseer las viviendas en venta o alquiler desde el 1 de junio de 2013 y la importancia de tener un buen diagnóstico. Si no tuviste la oportunidad de leerlo, aquí tienes el artículo completo ¡No tiene desperdicio!

¿Apagamos el cerebro?

En el marco de la crisis que padecemos, la sociedad ha agudizado su capacidad de ahorro, pero todavía entiende que invertir en bienes inmuebles es tirar el dinero, ya que no dispone de los recursos que permitan entender el ratio “gasto en mejoras/ahorro económico”.

Desde este mes de junio, cualquier piso que se venda o alquile deberá disponer de un certificado de eficiencia energética, una etiqueta que es el resultado del cálculo del consumo de energía necesario para satisfacer la demanda energética del edificio en condiciones normales de funcionamiento y ocupación. Clasifica los edificios dentro de una escala de siete letras, según el consumo de energía y las emisiones de CO2 comparadas con un edificio base de similar tipología y localización. No valora con certeza el grado de ahorro sino que lo hace por el método comparativo.

Una primera lectura permitiría pensar que se trata de un nuevo impuesto que no aportará valor al usuario más allá de activar el mercado para un sector profesional en plena reconversión. Se calcula que por cada euro invertido en el mantenimiento de un edificio se genera un 85% de actividad económica adicional y las administraciones recuperan un 111% de las ayudas concedidas vía impuestos. A buen seguro, será importante realizar campañas de incentivo y motivación para que los propietarios de las viviendas hagan las intervenciones necesarias y recomendadas en los certificados, y estas tengan una traslación real a su bolsillo.

Hasta ahora el sector de la construcción nos ha empujado a intensificar actuaciones en el ámbito de la rehabilitación, no como solución, sino por necesidad. La clase política ya empieza a entender que en lugar de urbanizar conviene mejorar el parque actual de edificios. Situados en este punto, es necesario regular ayudas y subvenciones en función de la mejora de la eficiencia que se plantee o de los ahorros en consumos de agua y electricidad de nuestras viviendas. Hay que ser muy cuidadosos en la elaboración de los certificados y es bueno que desde la Administración se incentive la máxima calidad. No podemos caer en el error de contratar un certificado de bajo coste que aplique por defecto parámetros preestablecidos en función de la época de construcción.

Los certificados incluyen unas propuestas de mejora que han de ir acompañadas de un profundo conocimiento de la gestión integral de la construcción y, al mismo tiempo, avaladas por un análisis de su viabilidad. Serán muchos los técnicos capaces de realizar el informe y hacer propuestas de mejora, pero servirán de bien poco si el usuario no puede afrontarlas.

En este punto, hay que insistir en que la calificación energética de un edificio debe ir acompañada de un buen diagnóstico para acertar en la reducción del consumo de nuestros hogares, ya que no se puede optar siempre por reducir aquello que más consume. Nuestro cerebro supone solo el 2% de nuestra masa corporal, pero consume el 20% de la energía de nuestro cuerpo. ¿Apagamos el cerebro?

Enric Peña y Joan Olona, profesores del Máster en Gestión Integral de la Construcción de La Salle Campus Barcelona –URL

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