Más allá de la máquina
Hace unos días mantenía una conversación con unos amigos acerca de la conciencia y los misterios de la mente. Considerábamos la idea de si “todo”, absolutamente, todo era producto del cerebro. Las emociones, como la alegría, la rabia, el asco, la tristeza, la sorpresa; en el cerebro. El amor, el odio, la felicidad, el miedo; en el cerebro. La razón, la lógica, la inteligencia; en el cerebro. La creatividad, la consciencia, la espiritualidad; en el cerebro. Entre todos, barajábamos un argumento común, al considerar que la mente y los procesos mentales, como el pensamiento, la percepción, la memoria, la atención, la conciencia e incluso la “consciencia” no son otra cosa que actividad eléctrica y química. Nuestro cerebro es el responsable de todas nuestras acciones, nuestros sentimientos y pensamientos y nada puede existir separadamente de él. Tal y como defienden las corrientes puramente materialistas.
-Más allá de este cableado cerebral, no hay nada-.
De esta forma, se daba por zanjada la cuestión sobre si pudiera existir algo más allá de la máquina, algo más allá del cerebro. Asumiendo que, de haberlo, también seguiría siendo producto de la misma máquina. Y negando la existencia de la mente como algo distinto del cerebro.
Lo que nos llevaba a la conclusión de que la naturaleza del ser humano se podía reducir a un mecanismo físico-químico, sin más. Somos lo que somos gracias o a causa del cerebro. Punto.
¿Y entonces?
-¿Qué tenemos que decir acerca del alma?- les pregunto interesada.
-Otra invención del cerebro- responden ellos convencidos- --Somos máquina-.
Y así, nos encontramos en un mundo dividido entre los que admiten que sólo somos una máquina, supeditada a las limitaciones que supone vivir encadenado a la mecánica (yo no decido, deciden por mí). Y los que defienden que hay algo más allá de la máquina, entre los que me incluyo (yo decido y nada decide por mi).
- ¿Significa, entonces, que no creo que seamos una maquina? Por supuesto que creo que somos una máquina. Bueno, de hecho, no pienso que sea una cuestión de creencia. Es evidente, que somos una máquina y, algo más, también. –
- ¿Estoy de acuerdo en que todo, absolutamente todo, está en el cerebro? Desde luego, que estoy de acuerdo con la idea que todo está en el cerebro… y fuera de él, también.-
- ¿Y, entonces? Puntualizan- qué puede haber más allá de la máquina?- ¿Más allá del cerebro?
-Más allá de la máquina, más allá de tú cerebro, estás tú…
Más allá de la máquina, estás tú.
Y de ese tú, trata precisamente el Neuroliderazgo, de conocer y comprender la máquina para dejar de ser una máquina.
Emma Barthe, profesora del Curso de Neuroliderazgo de La Salle-URL.
Responsable del programa de Neuroliderazgo y Psicodiagnóstico de Arise Culture & People del Grupo Nexe de Way of Change